lunes, 21 de septiembre de 2015

CUENTOS PEMONES

         Como en mi publicación pasada les adentre un poco en el lenguaje de los pemones me pareció que debía darles un poco de esos cuentos típicos de su cultura.

                 Cuando llegaba del Roraima vimos que los pemones habían encendido la vegetación de la zona y no comprendíamos el porque lo hacían, sacamos mil conclusiones pero la verdadera razón esta en el segundo cuento EL COCUYO Y LA MORA y el en primero cuentan como el pemon conocio el engaño. Enkute, el engaño

               Tal vez sea momento de dejar a un poco a un lado todos los cuentos disney e incluir cuentos propios de nuestros indígenas en las vidas de los niños y así podremos aprender a querer lo nuestro y a nuestros antepasados.

Enkute, el engaño
“El Cuento dice que es por culpa de Okoyima-kuasu que el Pemón encontró Enkute-el-Engaño”.

Antes de la llegada de los Teponken, de los Vestidos, a Pata-Pemonton, al País de los Hombres, las arenas de los ríos eran amarillas de Okoyima-kuasu, de la baba de la Gran-Culebra, el polvo de oro.
A los Pemónes, después de bañarse en el río, les gustaba acostarse en la arena amarilla. La baba de Okoyima resplandecía sobre las pieles oscuras.
En ese tiempo, el cuerpo de los enamorados brillaba a los rayos del Sol.
Entre las piedritas de los ríos, se encontraban también Pia-Yénu-Paru, las Lágrimas de los Antepasados, esos diamantes que los Inkreschi, que los Ingleses de Wayana aman tanto. Son esas Pia-Yenu-Paru, que el Brujo hace hablar en su maraca mágica. Ellas lo ayudan a comprender la Voz de las Cosas y también la de los Espíritus de Pata-muese, de Allí donde se espera.
El Cuento dice que fue por culpa de Okoyima-kuasu que el Pemón encontró a Enkute(-el-Engaño).
En ese tiempo, los Teponken llegaban a Pata-Pemonton, (al País de los-Hombres), por la Guayana inglesa.
Numerosos como las hojas de los árboles, eran malos como los Makunaimas burlones. Los Teponken sabían que los ríos de Pata-Pemonton tenían oro y diamantes.
Ellos traían consigo arakabusas, fusiles para cazar Hombres, como se caza hoy Waikin(-el-Venado) o Kaikuse(-el-Jaguar)...
Los Teponken no querían el oro para pintarse como hacen los niños y los enamorados, ellos tienen la piel blanca y frágil.
No se bañan nunca y huelen mal como Samanta-la-Rigidez, Samanta-la-Muerte.
El Cuento dice que las camisas que llevaban tenían adentro Enek(-la-Enfermedad). Ellas mataban más Pemón que las Arakabusas. Los Teponken venían a buscar Okoyima-kuasu, pero el oro los había vuelto locos, e Iwon-(el-Hambre) caminaba con ellos.
Tauron Panton, el Cuento dice que un día Urupere, el Rui-ko de los Pemón de aquel tiempo, un Hombre lleno de sabiduría, fue a consultar a su Piasan para hablar con las Cosas, como Pia-Daktay, como en los Tiempos Antiguos. Con el Brujo, con el té Ayu, con el humo de Kavay-(el-Tabaco), con los Taren mágicos, Urupere logró oír la Voz de las Cosas de los Tiempos Antiguos. Pero el Cuento dice también que fue así que descubrió Enkute-el-Engaño.

He aquí lo que dijeron las Voces de los Tiempos Antiguos a Urupere...

Anda Oh Tú, Hermano-Mayor  Pemón...
Teponken etama, háblale a los Vestidos.
Pero que de tu boca no salga nunca más Dayre-(lo-Verdadero), sino siempre Kaima(lo-Falso.)
¡Engáñalos hasta la muerte, cánsalos, confúndelos, esconde, enreda las pistas, que sean adawepan, que estén extraviados como los locos, que estén enkurutun como los ciegos, que no sepan dónde se encuentra el principio del camino, ni su fin!
Hazlos amar por Iwon-(el-Hambre). Que todos los que él no devore, se vayan a Paru-Ratoy-po, (del Otro-lado-de-la-Gran-Agua), de allí de donde vinieron, guiados por Kanaima(-el-Diablo).
¡Anda Oh Tú, Urupere, conduce esos Enek, esas Enfermedades, fuera de nuestra madre la selva!
Urupere, el Hermano-Mayor tan hábil, hizo tal como le habían ordenado las Voces de las Cosas. Y los Teponken que no habían podrido al borde de un río, se volvieron Pata-Teponken, al País-de-los-Vestidos.
Por culpa de los Vestidos, de los Blancos, los Pemón descubrieron Enkute-el-Engaño. Y su vida no fue nunca más igual.
Sereware, ahora, ellos son titiipan, (silenciosos como la serpiente).
Wapute-el-Disimulo está en su corazón. Kachima-la-Mentira es su amiga.
El Cuento dice que fue gracias a Urupere que los Teponken, que los Blancos, perdieron la pista de El Dorado.
Pero es también desde ese tiempo, que los Pemón son callao, son Mo-re, son (Los-que-se-callan), y no aman a Enkute(-el-Engaño)

El Cocuyo y la Mora 


El Cocuyo y la Mora Cuentan los ancianos pemones, que hace mucho tiempo un cocuyo salió a visitar a unos familiares que vivían al otro lado de la sabana. El viaje era largo pues la sabana era muy grande. 
El Cocuyo voló todo el día sin parar y cuando ya se hizo de noche estaba cansado y con mucho sueño. Así que miró donde poder parar y fue directo a dónde estaba una planta de Mora, ella vivía allí desde hacía mucho tiempo. 
La Mora estaba cumpliendo un ciclo de su vida y estaba vieja, deshojada y seca. Nada atractiva. El Cocuyo se acercó buscando un sitio para dormir y cuando la mora lo vio venir volando, inmediatamente se enamoró de él. Es que era maravilloso como volaba ese Cocuyo, el zumbido de sus alas, la forma de moverse de un lado a otro y sobre todo, esos ojos tan grandes y tan negros. 
Desde el mismo momento que llegó el Cocuyo la Mora comenzó a enamorarlo. Le preparó comida, le dio casabe y hasta le colgó un chinchorro tejido por ella. Además como la Mora recibía tantas visitas en la sabana conocía muchas historias y era elocuente con la palabra. Le ofreció una agradable conversación que le dio mucho sueño al cocuyo. Ella al verlo tan tranquilo en el chinchorro le preguntó:
 -¿Cocuyo, quieres casarte conmigo? Y lo repitió una y otra vez. 
Hasta que el Cocuyo abriendo los ojos le respondió: 
-¡No Mora, no me quiero casar contigo! No ves que estás vieja, deshojada y seca. 
Nunca me casaría contigo. El Cocuyo se durmió y al amanecer siguió su camino al otro lado de la sabana para visitar a su familia. 
En tierras de su familia estuvo por un tiempo hasta que llegó el día de regresar y emprendió el viaje de vuelta. Anduvo el mismo camino mirando desde el cielo la sabana, los ríos y la hierba y se volvió a parar en el mismo cerro de antes. Allí estaba la Mora hermosa y florida, sus hojas muy verdes y sus flores blancas. 
El Cocuyo se enamoró de ella y le dijo: 
-¿Mora, quieres casarte conmigo? 
-¡No Cocuyo, ahora yo no me quiero casar contigo! 
El Cocuyo estaba asombrado de lo cambiada y hermosa que estaba la Mora y a pesar que insistió no logró convencerla.
 -Si no te casas conmigo, dime qué has hecho para cambiar tu aspecto y estar tan hermosa. -Yo no fui. Unos hombres pasaron por aquí y prendieron fuego a la hierba. Yo me quemé y después vino la lluvia y mis ramas y mis hojas salieron nuevamente más verdes y fuertes. 4 El Cocuyo pensó que si hacía lo mismo se volvería joven y bello y buscó el fuego más cercano que encontró y se lanzó de cabeza, pero apenas había tocado el fuego se comenzó a quemar y salió volando encendido en llamas hasta que revolcándose en la hierba logró apagar su cuerpo. Cuentan los ancianos pemones que el cocuyo aunque se logró salvar quedó negro y chamuscado por el fuego y su cola nunca se apagó, por eso cuando vuela en la noche vemos esa chispa de luz que los acompaña.

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